Rosario Robles: Ejemplo de control político

Por: Martín Ramos

Cada Presidente de la República desde Carlos Salinas de Gortari -incluso antes- se intenta legitimar mediante determinada acción de gobierno, no obstante, en los últimos sexenios se ha puesto de moda dar un golpe de autoridad a través del dictado de ordenes de aprehensión en contra de actores políticos notoriamente involucrados en actos de corrupción. Si bien, tales órdenes las emite el Poder Judicial, el cual se dice es independiente, también lo es que la acción penal la ejerce el Ministerio Público, quien hasta hace poco estaba supeditado a las decisiones del Ejecutivo, independientemente de la cotidiana práctica de los cañonazos de cincuenta mil pesos.

En esta ocasión tocó el turno a Rosario Robles, quien el pasado trece de agosto fue vinculada a proceso y dictada prisión preventiva por el Juez de Control, es decir que ante la supuestamente fundada sospecha de fuga le fue impuesta esta medida para que no se sustraiga de la acción penal, independientemente del derecho fundamental de la presunción de inocencia.

Entre los abogados amparistas se señala una pésima defensa por parte de su abogado, asimismo, el absurdo de no promover amparo alegando violaciones a la ya referida presunción de inocencia, al debido proceso, entre otras anomalías que pudieran haber, para que lleve el juicio en libertad, sin embargo, como es de costumbre en nuestro país lo jurídico obedece a lo político.

El asunto no es una “mala defensa”; el asunto es que la impartición de justicia está supeditada a los caprichos de la silla del águila, con la finalidad de legitimarse como justos y merecedores de las benevolencias populares. Rosario Robles saldrá libre y su expediente será extraviado o reservado por doce años, tal y como es de costumbre en nuestro país, que es una nación con grandes leyes y una historia de libertades y transformaciones, pero supeditadas a la voluntad ya no de unos cuantos, sino de uno solo. Asimismo, la transformación que está en marcha, no es muy diferente a la que se vivió de 1928 a 1934, ya que el poder que amalgama el Ejecutivo se asemeja a “el que vivía en frente”.

Las hordas de incondicionales -Gibranes, Atollinis y Epigmenios-, aplauden semejante manifestación de autoridad, no obstante y al pasar de los meses o los años, presenciaremos actos circenses para justificar la futura libertad de Rosario, sin embargo, mientras tanto, al circulo rojo nos queda observar desde tribuna cómo las instituciones, las leyes y la justicia las ponen al servicio del Jefe Máximo para legitimar el régimen que inercialmente pierde la misma a niveles alarmantes.

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