El genio del artista

Cuando te llegan los 30´s y regresas al cine para ver aquel filme fantástico y rosa, el efecto no es el mismo. La atención pasa del príncipe y la princesa a otro tipo de personajes menos planos y clásicos, a aquellos más misteriosos y por lo tanto más humanos, pues así somos el hombre y la mujer, entrañablemente enigmáticos.

Así me sucedió con Aladdín, la película. De la belleza de la princesa Jasmín a la simple astucia del huérfano Aladdín pasé al mensaje antropológico que envía el personaje del Genio de la lámpara, esta ocasión interpretado por el simpático actor Will Smith.

Recordemos que la base literaria de esta historia cinematográfica está en una de las narraciones árabes de Las mil y una noches, colección de cuentos orientales que se estructuraron en la Edad Media. Se trata de historias que no sólo buscaban entretener al oidor o lector, sino educar en los valores importantes para aquella cultura que los había creado. Dejando por un lado dos tópicos demasiado trillados en las historias escritas para ser leidas o interpretadas -la pobreza y la riqueza, y el amor- esta vez me parece importante centrar nuestra atención artística en el personaje del Genio, quien aparece con relevante protagonismo.

El genio viene dibujado como un tipo de poderes casi ilimitados que vive en la soledad milenaria de una botella. En los diálogos que éste tiene con Aladdín, desdobla su personalidad: obediente al ser invocado, teatral, observador, detallista, cómplice, sociable, exacto. Así es como el relato envía un perfil de una personalidad de hombre y de mujer que toda cultura, gracias a Dios, siempre tiene entre sus habitantes.

Los pórticos no se construyen solos, se necesita un artífice. El arte tiene un artista, y nunca existe sin éste. Las diferentes publicaciones de historias del arte y diversos ensayos que tratan de mostrarnos la personalidad de los artistas, tienen rasgos comunes: seres humanos de mucha soledad y silencio, explosiones de algarabía con todo y sus excesos, retraídos, con muy pocos amigos, soberbios y de repente serviles para con sus mecenas. El Genio de la lámpara mágica vivía recluido en un pequñísimo espacio, y el artista muchas veces igualmente. Pero cuando ambos salen, muestran todo su talento genial.

El artista, cual genio, también conoce de límites, y sabe que su obra, con toda y la hermosura que ésta posee, no es omnipotente y no puede cambiar la realidad desde su interior así porque sí. El creador de las conexiones entre lo banal y la belleza, del pórtico, sale de su espacio reducido y solitario cuando es llamado y entonces se decide a hermanarse con la humanidad, heredando su obra a la posteridad.

Algo de toda esta genialidad existe en cada hombre y mujer, algunos desarrollan el talento con mayor soltura y destreza, y la gran mayoría lanza sus destellos de genialidad de vez en cuando. Al fin y al cabo todos músicos, poétas y locos.

P. Francisco Armando Gómez Ruiz

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