Por: Martín Ramos
La participación en asuntos públicos es un Derecho Humano que emana de distintos Tratados Internacionales y de la Constitución; los derechos políticos consisten en votar, ser votado y participar activamente en la agenda de los gobiernos de nuestras demarcaciones. Así, cualquier persona que resida dentro de un territorio que se encuentre bajo determinada jurisdicción territorial, podrá participar activamente en los temas que el gobierno correspondiente, ya sea municipal, estatal o federal, ponga en marcha.
La participación política no esta subsumida a votar y ser votado, sino que también estriba en la posibilidad de preguntar y exigir el quehacer de los representantes, así como participar en la toma de decisiones que lleve a cabo el gobernante en cuestión.
Es bien conocido que existe un grueso poblacional que está en posibilidades de dictar la agenda pública nacional, pero que por apatía e ignorancia no lo hace: los jóvenes. Este grupo demográfico de entre 18 y 29 años de edad, es tan numeroso que si se participa en el mismo sentido no solamente es el fiel de la balanza, sino que es la balanza que inclina las decisiones políticas, no obstante no es así.
Existe un pequeño grupo de jóvenes que participan en asuntos públicos, pero el tema no consiste en participar solo por participar, sino que se debe cuestionar qué tipo y calidad de participación en la que se realiza; desde carreras de botargas, círculos de lectura y charlas con funcionarios son las que inundan los encabezados de las redes sociales de aquellos jóvenes que se pretenden constituir como referentes en la materia, sin embargo las juventudes no solamente deben participar en temas de jóvenes, sino que también en asuntos de trascendencia para toda la población. Seguridad, deuda pública, servicios públicos, planeación y muchos más son los tópicos que los coetáneos deben abordar de frente, enserio y a fondo. La juventud contemporánea piensa que hablando, redundantemente, de participación de la juventud, se están “haciendo los cambios”. No hay cosa más falsa. Los jóvenes hablando de jóvenes no generan cambios, generan redundancia y un bucle de diálogo. Es como si aficionados a un equipo de futbol se juntaran a hablar de lo genial que es su equipo. Se tiene que cuestionar, debatir y rebatir, y abordar sustantivamente de los temas de importancia, fijar postura y exigir respuesta a las autoridades competente.
Por eso, es que la juventud de hoy en día tiene miedo, pánico y terror, de en verdad entrarle a los asuntos trascendentales de la nación; de salir de su zona de confort y dejar de hablar de lo que siempre han hablado. Si bien es cierto, que muchos de estos temas resultan complejos y exigen una formación determinada para participar, también lo es que el maestro no lo era y que solo si la juventud se quita ese velo de ignorancia es cuando podrá explotar el potencial que se dice tener.