Código Alpha/Santiago Núñez
No podemos negar que sin duda uno de los símbolos comerciales más importantes del estado de Michoacán, son los aguacates que han posicionado a nuestra entidad en todo el mundo. Desde hace algunos años hemos vivido una explosión exponencial en el cultivo y comercialización de este fruto y sus derivados, desde sus exportaciones multimillonarias a Estados Unidos y Canadá, pasando por aceites y la venta de otros productos vinculados al aguacate.
Esta fruta conocida coloquialmente como el oro verde, ha generado ganancias de miles de millones de pesos para los productores en la entidad, ha logrado que el nombre de Michoacán sea conocido en eventos de talla mundial como lo es el Super Bowl en Estados Unidos, donde año con año se consumen miles de millones de dólares en guacamole en un solo fin de semana. El aguacate ha traído riqueza y prosperidad a las regiones rurales de Michoacán, sin embargo esto es solamente la punta del iceberg y una sola parte de una historia que puede tornarse perversa, preocupante e incluso un asunto de seguridad y de gobernabilidad para nuestro Estado.
Del otro lado de la moneda, podemos ver que el aguacate está vinculado de manera directa a una serie de fenómenos sociales que afectan gravemente los intereses de la colectividad michoacana: por una parte no es ningún secreto, que en esa ambición de convertirse en exportadores hacia Norteamérica, miles de michoacanos están deforestando nuestros bosques con la única finalidad de plantar árboles de aguacate.
La falta de una estructura operativa fuerte y de una ridícula aplicación de las leyes en materia ambiental vigentes en Michoacán, han generado una crisis ambiental que abarca las ya citadas deforestaciones, incendios ocasionados de manera dolosa para acabar con hectáreas de bosque y convertirlas en huertas, situaciones que tienen un impacto muy costoso en términos económicos y ambientales para nuestra sociedad.
La incapacidad del gobierno para aplicar las leyes, aunada a la avaricia de algunos productores, también se ha derivado en una serie de conflictos de salud pública. No es ningún secreto que muchas ocasiones se utilizan productos químicos para acelerar la producción o bien para atacar las plagas de la misma, que tienen impactos terribles en la salud de las comunidades adyacentes a las zonas productoras: generando cáncer, leucemia y terribles enfermedades crónico degenerativas.
Como si eso no fuera poco y a manera de una perversa cereza en el pastel, hay que señalar que desgraciadamente el auge de la producción aguacatera también alimentado un perverso sistema de cobros de extorsiones por parte de los grupos delictivos que operan en la entidad: mismos que vieron en los productores de aguacate una oportunidad delictiva, para que actos deleznables como el secuestro, la extorsión y el cobro de piso pudieran florecer en medio de un ecosistema económico que mueve cifras estratosféricas, todo lo anterior catalizado por la debilidad y ausencia institucional del Estado mexicano, en muchas regiones de Michoacán.
Hoy nos encontramos viviendo una bonanza, alimentada e influenciada por la enorme demanda de este fruto en el mayor mercado de bienes y servicios del mundo como lo es Estados Unidos; sin embargo basta manejar por prácticamente cualquier carretera de Michoacán, para darse cuenta de la magnitud real del problema que enfrentamos. Si seguimos a este ritmo, en pocos años prácticamente todos los bosques del Estado habrán desaparecido para dar lugar a huertas de aguacate que envenenan y dejan inservible la tierra, para ver a poblaciones enteras sufriendo los efectos de químicos prohibidos en otros lugares del mundo y ampliamente utilizados en la producción local, viendo como la vida y la sangre de cientos y miles de michoacanos se pierde en medio de una guerra no declarada por las condiciones de seguridad imperantes.
Esto no es nada nuevo en materia de seguridad nacional: tenemos muchos ejemplos en el África subsahariana donde en países como Liberia, Sierra Leona o la República Democrática del Congo, que gracias a su potencia de producción natural o bien a los minerales que se encuentran en sus tierras, lejos de convertirse en catalizadores del desarrollo sustentable para sus comunidades, al final de cuentas solamente trajeron pobreza, miseria y una riqueza que fue explotada por algunos cuantos y que incluso sirvió para financiar campañas de señores de la guerra que desestabilizaron a sus países.
Ha llegado el momento de que las autoridades se fajen los pantalones y reformen de una vez por todas las leyes ambientales, además de aplicar la normatividad ya vigente; porque un árbol nuevo de aguacate que se siembra ilícitamente donde antes había un pino, equivale a hipotecar el futuro de nuestro estado, el tiempo se acaba y el panorama luce sumamente desalentador.
No actuar a tiempo implica mostrar un abierto desprecio al derecho humano al medio ambiente limpio, a la tranquilidad y a la paz social de las y los michoacanos. Somos como una especie de adolescente irresponsable que acaba de heredar una fortuna millonaria, pero que la está usando en el despilfarro y la fiesta, sin medir sus consecuencias a futuro…
Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.
santiagonunez@alphaconsultores.com.mx