La cultura de la ilegalidad

ITESM Morelia

Por: Andrea Lizette Hernández Gallegos

EL “FUTURO” DE MÉXICO

“La mayor fragmentación del submundo criminal y el proceso de democratización en México” es como describe Carvajal Glass el vínculo entre el poder político y el crimen organizado. Este mencionado vínculo no es ninguna novedad, desde que se ha tenido conocimiento de la existencia de la delincuencia organizada ha sido inevitable que la política no se vea influenciada por ella. Al ser vecinos del mayor consumidor de droga en el mundo es inevitable que no exista el crimen organizado, pues según los datos que citó el presidente, Donald Trump, procedentes de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), 64,000 personas murieron el año pasado por sobredosis de opiáceos EEUU, lo que supone la muerte de 175 estadounidenses al día y siete víctimas mortales cada hora. Además, se tiene el dato de que las ciudades fronterizas de México, como Reynosa y Nuevo Laredo, son las principales vías y rutas para el tráfico de armas y drogas. Los narcotraficantes de alguna u otra manera han buscado la forma de continuar con su negocio ilícito, y qué mejor que sobornar al gobierno para que se les permita su funcionamiento.

Tan grande ha sido el alcance y crecimiento de esto, que desde el año 2014 la Agenda Nacional de Riesgos, elaborada por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), lo consideró como la segunda amenaza a la seguridad nacional y se piensa que la violencia aumentaría en proporciones incontrolables si se da el caso de que la Amnistía, propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, no funcione. Además, los grupos de narcotráfico no sólo se encuentran presentes en los estados del norte, incluso en el sur hacen presencia, pues según un reporte de la PGR en 2017, en el estado de Guerrero se encuentran 15 organizaciones delictivas y 40 células criminales.

No obstante, tomando en cuenta las especulaciones y antecedentes que se tiene de esta cuestión, se puede que no existe una solución temporal o que siquiera se haya buscado una. Si empezamos a razonar, ¿por qué ésta lucha entre “buenos” y “malos” ha dado hincapié a una intersección entre ellos y no una búsqueda del cese al fuego? La creencia popular es que el crimen organizado y el gobierno luchan entre sí por poder y legitimidad, pero en realidad lo que está detrás de ello es, como lo sostendría el maestro en estudio de guerras Carvajal Glass, el uso de la delincuencia para los políticos como un arma en contra de sus contrincantes a cambio de la libertad de operar como algunos deseen sin ser castigados. Analizándolo así, esta intersección que se tiene entre estos supuestos bandos puede explicar la muerte de los 130 candidatos en puestos de carácter local en el proceso electoral de junio del año 2018. ¿La parte más interesante? La mayor parte de esto sucede sólo a nivel municipal.

Cabe destacar que no sólo los procesos electorales -que incluso han llegado a ser financiados por delincuentes- han sido alcanzados por esto, sino que la penetración del crimen organizado ya ha llegado a las instituciones del Estado. Debido a que los narcotraficantes y criminales no les es suficiente la impunidad que se les tiene ya han logrado obtener un puesto dentro de las instituciones. A pesar de ello, la iniciativa no solamente ha sido por parte del crimen organizado, sino que existen ciertos ámbitos del gobierno que han fijado planes a mediano y largo plazo; es decir, que requieren de más tiempo, por lo que los acuerdos que tienen entre ellos ha sido el designar a los criminales dentro de las vacantes de una institución mediante la cooptación.

Sí, se han propuesto estrategias para reducir las operaciones de la delincuencia organizada -por falta de elementos policiales se han dificultado-, pero éstas sólo dan como resultado la fragmentación de sus células y no la eliminación de ellas. Las soluciones no sólo deben de buscarse cuando ya existan problemas, se deben de buscar medidas para prevenir que exista una mayor influencia del narcotráfico. Como político, la solución debería ser intrínseca; por naturaleza se debe saber el impacto que tendrá en el país y la contradicción que tendría el aliarse con criminales.

Claramente, posterior a los datos y hechos anteriores, a cualquiera se le puede dar la idea de cómo funciona la cultura de la legalidad en México. El simple hecho de darle impunidad a aquellos que no respetan la ley y que violan los derechos de otros individuos es chispa suficiente para comenzar a desarrollar una cultura donde se normalizan este tipo de actos. Así como muchas personas lo hacen yo esperaría que, con el paso del tiempo y el cambio de gobierno, ya no se permitieran estas alianzas que únicamente brindan al país más miseria.

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