Código Alpha/Santiago Núñez
Sí, la idea de un tierno viejecito que gobierna a un país y que viaja en aviones comerciales mezclándose con la gente, con los ciudadanos de a pie y viviendo de una manera austera es sumamente romántica en términos de comunicación política; sin embargo visto desde la perspectiva operativa y de seguridad nacional que exige la institución del presidente de la República esto representa una grave irresponsabilidad y un lastre para la correcta administración del poder.
Tenemos que reconocer que el discurso de Andrés Manuel es profundamente exitoso entre todas aquellas personas que creen que la austeridad republicana y el amor a la patria se expresa viajando en aviones comerciales y conviviendo con la gente, sin embargo desde una lógica de la seguridad nacional, el presidente de un país con condiciones sociales y de seguridad como lo es México debería tener en todo momento un aparato de protección integral, permanente y sumamente robusto.
Ésa idea de querer jugar a ser el Pepe Mujica mexicano no tiene cabida en una coyuntura de seguridad como la que está pasando nuestro país, más absurda aún resulta la consigna de decir que “el pueblo es el encargado de cuidar al presidente” y lo que pudiera ser aún más risible es el hecho de desaparecer al Estado Mayor como ente encargado de la protección del ejecutivo federal o la aún más ridícula idea de vender el avión presidencial.
Habrá quien diga que un convoy presidencial mexicano custodiado por 4 unidades artilladas de las Fuerzas Armadas, 10 Suburban blindadas y una avanzada de la policía Federal es un exceso, sin embargo si comparamos este dispositivo de seguridad con el de otros mandatarios de países que tienen condiciones similares como lo es Colombia, nos damos cuenta de la importancia que tiene para la gobernabilidad de un país el tener a un presidente vivo y seguro.
Mención aparte merece el tema del avión presidencial el cual lejos de ser un capricho, es una herramienta de trabajo que le permite a cualquier presidente el tener una agenda más desahogada y además atender con mayor facilidad los distintos temas propios de su labor; en ese sentido hay que señalar por ejemplo a un país que puede ser calificado de todo tipo de adjetivos menos de neoliberal o de derecha como lo es Bolivia, con un presidente que en muchos rubros maneja un discurso similar al del ejecutivo mexicano como lo es Evo Morales; pues hasta el propio Evo ha entendido que un avión seguro y de última tecnología es una herramienta fundamental para el jefe de gobierno boliviano y la muestra clara de ello es que su avión presidencial un Dassault Falcón francés de última generación, es actualmente uno de los más modernos y seguros aviones presidenciales de todo el continente.
Lo mismo ocurre en el caso del uso de la flota de helicópteros de la presidencia de la República, la terquedad o la necedad de viajar largas distancias por carretera resulta sólo una pantalla discursiva que en la práctica satura la agenda del presidente y además lo expone a riesgos como lo son atentados o accidentes de vehículos terrestres: más preocupante aún resulta el hecho que el lindo viejito que viaja en aviones comerciales está poniendo en riesgo a todos los civiles que lo acompañan y además limitando su capacidad de reacción ante cualquier eventualidad que requiera una rápida respuesta por parte del ejecutivo federal.
Aunado a lo anterior también podríamos decir que se trata de una medida sumamente demagógica en cuanto al supuesto ahorro que esto acarrea, puesto que en el presupuesto de egresos de la Federación para este ejercicio fiscal dentro del rubro de transporte aéreo, tenemos que prácticamente la misma cantidad que se gastaba en el mantenimiento del Boeing 787 dreamliner que se pretende vender, es casi igual al gasto que se va a erogar por todos los pasajes aéreos en vuelos comerciales previstos para el equipo de la presidencia de la República en este año.
De esta forma resulta preocupante el ver como en aspectos tan esenciales como lo es la logística de la seguridad del presidente, la presente administración le está apostando a la improvisación, al flashazo mediático sin fondo, pero sobretodo al desconocimiento de la población al respecto: claro que a todos nos gustaría ver un gobierno austero y ver a un ejecutivo que pudiera salir a la calle sin ningún problema o amenaza, pero desgraciadamente no somos Noruega, Uruguay o Islandia y mientras el país siga experimentando esta coyuntura de seguridad, es una locura y una irresponsabilidad que el jefe del Estado mexicano intente salir a la calle como si fuera el Dalai Lama en el Tíbet.
Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.
santiagonunez@alphaconsultores.com.mx