Por: Arturo Alejandro Bribiesca Gil
A mi estimado amigo Manuel Madrigal
Por su cumpleaños.
En días pasados, un familiar olvidó en un restaurante su mochila, cuando se percató de su descuido, regreso al lugar pero ya no la encontró donde lo había olvidado, ni el personal del establecimiento la tenía en su poder; ante la situación, dicho personal, amablemente, procedió a la revisión de sus cámaras de vigilancia, encontrando en el video el momento en que una tercera persona la recogía; la lógica indicaba que esa persona se la había llevado.
Con el video en su poder, me habló mi pariente y me platico la situación; después de intercambiar algunas ideas y puntos de vista sobre cómo recuperar su mochila, coincidimos en la idea de involucrar a Guillermo Valencia y a su Revolución Social. Para quienes no hayan oído de ese fenómeno social, son un grupo de ciudadanos organizados que se dedican a combatir a la delincuencia común, sin afán de lucro, apoyándose principalmente en la tecnología y las redes sociales.
Una vez que contacte a Guillermo Valencia, le envié el material de las cámaras de seguridad; diez minutos después, en su perfil social se hicieron públicas imágenes que permitirían identificar a la persona que había tomado la mochila, invitando a la sociedad digital a ayudar en su localización.
En un lapso de una hora aproximadamente, más de trescientas personas habían compartido ya la publicación y, afortunadamente, la persona que tenía en su poder la mochila había sido alcanzada por los tentáculos de las redes sociales; quien inmediatamente estableció contacto y dio el domicilio en que podía pasar el propietario de la mochila a recogerla; adujó buena fe, y de buena fe, debemos creerle.
Estoy sorprendido con el poder de las redes sociales, si bien es cierto su crecimiento exponencial ha traído algunos daños a la sociedad moderna (perdida de privacidad, aislamiento social, etc.), grave error seria no reconocer los beneficios que producen. Quejarnos de los perjuicios y disfrutar de los beneficios es esquizoide. Debemos aceptar que el progreso y la evolución social y tecnológica son un camino constante, sin pausas; entendiendo además, que el desarrollo tecnológico va aparejado de destrucción creativa, simple ejemplo: la impresión en lonas acabó con los rotulistas, o al menos los tiene al borde de la extinción. Inevitable.
Mi agradecimiento a Memo Valencia y a sus revolucionarios; estoy seguro que dicho movimiento tiene en su repertorio raudales de historias con final feliz como la que me toco conocer de primera mano.
En fin, ojala que las autoridades repliquen las cosas buenas que hacen esos ciudadanos organizados y las perfeccionen, con apego a derecho, para que esas historias de éxito se vuelvan parte del discurso público y no epopeyas de gente común, que en una situación alegal anda llenando vacíos que no les corresponden.