Por: Ernesto Pacheco Cáceres
“Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a otros, y si no les puedes ayudar, al menos no les hagas daño”.
Dalai Lama.
La tarde del 18 de enero, el mundo entero tenía la mirada puesta en Tlahuelilpan, Hidalgo, cuando se supo de la explosión en una toma clandestina de los ductos de Pemex, en la que hoy se sabe perdieron la vida decenas de personas.
A minutos de que el mundo conociera detalles de la tragedia, no se hicieron esperar las llamadas de más de 82 países ofreciendo condolencias, ayuda y respaldo al pueblo de México, por humanidad y reciprocidad; ya que si de algo puede presumir el pueblo mexicano, es de solidaridad ante las tragedias “Nos unimos ante las adversidades”, para muestra, podemos recordar un par de acontecimientos, las inundaciones provocadas por el huracán Willma, en Nayarit y el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la CDMX, que nos permitieron conocer cientos de historias a través de las redes sociales, de gente orgullosa de poder ayudar.
Entonces, qué cambio el ADN mexicano, por que pasamos de un pueblo solidario a un pueblo polarizado y ofensivo, que, a pocos minutos de la tragedia, salió a las redes sociales con comentarios hirientes, “memes” burlones, posicionamientos agresivos o incluso teorías de conspiración donde el culpable de la explosión, fue el crimen organizado, con la finalidad de desacreditar la lucha contra el huachicol.
Acaso estamos viendo un nuevo México, donde la sociedad harta, el anti sistema, ven la llegada de AMLO como una oportunidad de revancha; la posibilidad de un México más equitativo, sin corrupción, donde una cartilla moral retoma los principios y valores olvidados, con el sueño y la esperanza de estar defendiendo el México anhelado.
Tengo que decir, que al ver la historia de la señora Josefina de 60 años, quien pidió coperacha a su gente para preparar comida y llevarla a los familiares de las víctimas, expresando con voz entrecortada, “…no soy de Tlahuelilpa, sin embargo me duele esta tragedia porque, todos somos una misma familia…”, habla de ese otro México, donde estas historias ahora parecen aisladas y no se replica la solidaridad, que era nuestro sello.
Al parecer, la mayor parte de la ciudadanía ha adoptado una posición respecto a ciertos temas sociales, en los que generalmente permanecía ajena, sin embargo ahora el problema radica en que las opiniones o posicionamientos van en direcciones contrarias, cada uno defendiendo su realidad de manera indiscutible, lo que evidencia una división cada día más profunda entre la sociedad… tal vez por hartazgo, donde centramos nuestras luchas en demostrar quién tiene la razón, o quien está en lo correcto, dejando de lado, “nuestra histórica, solidaridad ante las tragedias” y perdiendo el respeto y la sensibilidad por la opinión o incluso por el dolor de los demás.