Por: Leovigildo González
Es lunes, el ajetreo natural del inicio de semana se agudiza en inmediaciones de las gasolineras, los automovilistas comienzan a aceptar que la espera es inminente e inevitable.
«Vine apartarle el lugar a mi esposo que fue a trabajar» fue la frase de una mujer que se adelantó para buscar un espacio en la fila que ya marcaba más allá del número 100.
Nadie conoce ninguna explicación, pocos realmente saben lo que sucede, algunos culpan al Presidente, otros, a los «huachicoleros», las pláticas en la fila hacen amena la espera.
Ahí surgió un vendedor de refrescos, otro más, de tacos de carnitas, la oportunidad de negocio puede ser redituable.
Hay orden, los autos se marcan con la finalidad de respetar los lugares, nadie está enojado. Ahí se encuentra desde la mujer ama de casa que tiene guarura a quien deja cuidando su camioneta, hasta el taxista que paró su trabajo para quedarse en espera de llenar el tanque de su herramienta de trabajo.
Las quejas, siguen siendo evidentes. Los inconformes aumentan con el paso de las horas.
Es el día 23 del desabasto, Michoacán sufre el flagelo de no tener gasolina, aunque ya hay mayor movimiento de transporte público, las filas siguen interminables.