1 de diciembre, la república del amor y la moral

Código Alpha/ Sergio Santiago Núñez Galindo

Al momento de redactar estas líneas me encuentro en un foro de seguridad en Philadelphia: ciudad con el estilo sobrio y clásico del noreste estadounidense que además del enorme legado histórico y de ser la cuna de la independencia y de la constitución de los Estados Unidos, lleva en el nombre una particular consigna; puesto que William Penn decidió nombrarla así para que fuera la “ciudad del amor fraternal” (Philos=amor, adelphos=hermano) ya que tenía la visión de convertir a la ciudad en un núcleo urbano de tolerancia religiosa y respeto a las libertades.

Es precisamente este contexto de constituciones, libertades y discursos de amor fraternal, el que me llevó irremediablemente a reflexionar sobre el trascendental momento histórico que vivirá nuestro país a partir del primero de diciembre. Después de una durísima y polarizada campaña para llegar al poder, una abrumadora mayoría del electorado se decantó por darle la victoria a Andrés Manuel López Obrador, todo ello en medio de una tónica discursiva que se destacó por llamados a la unidad nacional, a la tolerancia y a la lucha común por perseguir los intereses de la nación; lo cual quedaría simplificado en aquella jocosa frase bien conocida por todos “abrazos no balazos”.

Seguramente dicha estrategia discusiva fue desarrollada por el candidato ganador, con la intención de posicionarse como un perfil tolerante y de entendimiento entre grupos, lujo que se pudo dar dado que su posición natural no era salir a golpear, sino evitar los ataques que sufriría amén de la brutal ventaja electoral sobre sus rivales. En esencia pudiéramos decir que fuimos testigos de una sobria maniobra política en la cual un perfil controvertido como el de Andrés Manuel, se atenuó así mismo con la finalidad de legitimarse de cara a un proceso electoral que tenía prácticamente ganado desde el comienzo; una maniobra ciertamente inteligente y que me recuerda mucho (guardando las proporciones) a aquella editorial de Newsweek en la cual calificaban a Ollanta Humala como “el camaleón de Los Andes” por la postura moderada que mostró en campaña y que le permitió acceder al poder en Perú.

Pero los tiempos electorales pasan y hoy ya como gobierno en funciones, es muy importante que ese supuesto mensaje de tolerancia y fraternidad permee no solamente en la estructura gubernamental, sino particularmente en el propio tejido social de nuestro país. Ya habrá tiempo para analizar y evaluar el desempeño del nuevo gobierno con la certeza y frialdad de los números y las estadísticas, pero antes que nada es fundamental reconstruir esa endeble paz tan necesaria para poder cimentar la gobernabilidad más elemental de la nación.

Es aquí donde radica lo complejo del asunto, puesto que al día de hoy vemos un país fragmentado por los odios y las revanchas sectarias, de clanes, de partidos y de grupos: un país donde pareciera que tanto los adeptos como los detractores de Andrés Manuel no han entendido que la campaña quedó atrás, un país en donde el discurso de los militantes del gobierno saliente pareciera que se basa en criticar las viejas prácticas que ellos mismos perfeccionaron pero ahora llevadas a cabo por nuevos actores, un país donde los restos de la izquierda perredista y las huestes de acción nacional siguen más enfocados en luchar sus propias batallas internas por el poder, que en erigirse como una oposición renovada de cara al complejo escenario de poderes que se avecina.

Pero más allá de los recovecos de la agenda política de la nación, lo que más preocupa es la polarización social que ha dejado entre los ciudadanos de a pie la campaña electoral; pareciera que el México de hoy es un campo de batalla donde ricos contra pobres, vencedores contra vencidos, chairos contra fifís, santos contra corruptos y demás clase de antagonismos se mezclan en la discusión diaria. Ese tenso ambiente de polarización social, ese país dividido y al borde del precipicio sin duda será el primer y gran reto a vencer para el nuevo gobierno: de entrada la nueva adminis

tración debe hacer uso de su arrolladora mayoría parlamentaria para enviar un mensaje de tranquilidad y de estabilidad que abone a la unidad.

Hoy nos quedamos con más preguntas que respuestas, hoy sólo inicia la lenta marcha del tintero, puesto que el discurso de campaña ha cambiado rápidamente en las primeras acciones de la transición, pasamos muy rápido de los “abrazos no balazos”, a tener la creación de una Guardia Nacional que oficializa y legaliza la militarización (y los balazos) como eje de la estrategia de seguridad, pasamos a ver un ambiguo uso de “la tolerancia y del amor” entendidos como erróneas amnistías y posibles perdones a los corruptos del pasado (como si las leyes de responsabilidades dependieran del perdón de un solo hombre) pero más compleja aún resulta la propuesta de edificar una constitución moral (sin que a nadie le quede claro a qué se hace referencia) que se erija como un cuerpo normativo para purificar de un plumazo todos los demonios y prácticas nocivas en la nación.

Estamos siendo testigos de un momento de enorme peso histórico y político para la nación, por eso es fundamental que tanto gobierno como sociedad tengan como primera prioridad el unir los fragmentos de un país polarizado y que pende con alfileres, para tener la base mínima que nos permita hacerle frente a los retos económicos, laborales, de seguridad y todos los demás pendientes de la agenda de gobierno. Sin embargo eso solamente será posible en la medida en que la propia ciudadanía y la totalidad de los actores políticos, podamos estar a la altura de esta compleja coyuntura que es México después del primero de diciembre.

Sergio Santiago Núñez Galindo

Abogado, consultor y candidato a especialista en seguridad nacional y derecho internacional humanitario.

santiagonunez@alphaconsultores.com.mx

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