Meursault Pérez

Por: Arturo Alejandro Bribiesca Gil

“Procuremos más ser padres de nuestro, porvenir que hijos de nuestro pasado”

Miguel de Unamuno

En 1942 Albert Camus público su primer novela, El Extranjero, la cual narra las vicisitudes de la vida de Meursault, un personaje de la Francia colonial (Argelia), apático y abúlico, como una veleta. Estas características del personaje se reflejan en la falta de rumbo y en su pérdida de valores.

Este individuo creado durante la segunda guerra mundial, pretendía ser, y lo fue, una crítica y a la vez profecía de lo que podrían ser los hombres y mujeres de la posguerra en Europa; extranjeros en su propia sociedad, por no compartir los valores que hasta entonces se consideraban como mínimos para el correcto desarrollo de la sociedad contractual.

Parece que la sensación de pérdida de valores ha sido una constante en la humanidad, prueba de ello es que generación tras generación se escucha la misma cantaleta: ¡Esta juventud…! En nuestros tiempos… Debo reconocer que antes oía la cantaleta y ahora la empiezo a decir, en voz queda, aún.

Retomando a Meursault; este joven extranjero social, ajeno a las conductas mínimas esperadas ante circunstancias comunes pero no muy frecuentes, como la muerte de un ser querido, estar en peligro mortal o enfrentar cárcel y juicio por homicidio; poco aporta a la sociedad. Su abulia era y es criticable en la posguerra y en los tiempos que vivimos.

Pero, hoy día, hombres y mujeres con los rasgos sociales de Meursault son comunes en nuestra sociedad. Que levante la mano quien conozca una o varias personas así –aplica si eres tú esa persona- seamos honestos.

Ahora, para bien o para mal, esos meursaultianos no son los seres que atentan contra la convivencia social moderna; de una u otra manera nuestra evolución social se adaptó a la indiferencia, dando paso a una nueva sociedad liquida –Bauman dixit- en la que la indiferencia es indiferente, valga la redundancia; sin embargo, el gran problema que hoy enfrentamos, es que de la indiferencia y la ausencia de valores se pasó a la adquisición de filias nocivas y antivalores, que si bien siempre habían estado presente, ahora fosforecen.

A que me refiero; el extranjero camusiano causaba daño por omisión, por reacción o por indiferencia, pero no por acción ni mucho menos por placer. Como si lo hace el nuevo extranjero social, al menos el que ha surgido en México. Ejemplo de ello lo tenemos en los cientos de hombres y mujeres en que en distintos lugares y momentos han linchado supuestos robachicos o delincuentes, sin mayores pruebas, porque lejos de ocuparlas estas les estorbarían, ya que no buscan justicia sino infringir daño, y que mejor que cubiertos en el velo del anonimato que da la turba.

Estas manifestaciones sociales no son fuenteovejunescas. ¡No! Son manifestaciones del nuevo personaje antisocial mexicano que atenta contra el contrato social, amparado en el hartazgo, más que valido, de una sociedad descuidada por las elites gobernantes y alentado por el populismo, en sentido peyorativo. Señoras y señores con ustedes: Meursault Pérez.

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