Reflexiones de la memoria histórica
Por: Job Antonio Meneses
A unos días de rememorar la masacre de 1968 en contra de estudiantes en la plaza de las tres culturas y la relación que conlleva el caso Ayotzinapa graves ambos y en búsqueda de la verdad siempre.
Aún hoy es espeluznante caminar por Tlatelolco, ahora con el recuerdo de cientos de zapatos, jóvenes en paños menores contra la pared, el recuerdo terrorífico que da el batallón Olimpia.
Las dos grandes heridas que ha pasado México y que son las más significativas pero hay muchas que se quedan en el camino, casi como en el olvido, y que de vez en vez nos traen recuerdos de la muerte de quien convencido de lo que está haciendo sale a manifestarse por lo que cree es una causa justa y recordarle al gobierno que no resuelve los problemas.
Recordemos el jueves de corpus de 1971, que forzó una época nefasta y obscura para nuestro país porque fundamentalizó la lucha social en la guerrilla urbana y los brotes de la guerra sucia que apenas desapareció con la reforma del Estado de 1977 en la que se dio participación política a las minorías opositoras al sistema que a pesar de los materiales y pseudo juicios sigue, si no en el colectivo, como una herida.
Otros más de los casos que se escapan son Aguas blancas, Acteal, San Fernando en Tamaulipas donde se dice que hay más de 500 muertos, sin olvidar el anterior a los 43 Tlatlaya.
A veces es difícil decir porque algunos casos tienen mayor visibilización unos más que otros, tal vez por la propia memoria histórica, el uso de los recuerdos críticos como banderas de lucha social, parte del imaginario colectivo, o porque unas son de mayor fuerza en el imaginario.
Todos estos hechos definidos como masacres porque sus características; El estado de indefensión de las víctimas, la intervención de elementos del Estado mexicano, los intentos de negación oficial y el deslinde o el intento de ocultamiento y sobretodo ell tratar de responsabilizar a los cadáveres de sus propias muertes.
Sin duda en el colectivo son representaciones de la terrible actuación del estado para esclarecer casos que por su dimensión tienen un impacto en la sociedad.
Sin duda esto empieza con una realidad llamada memoria histórica que termina en calificativos y descalificativos y esto no es exclusivo del lado de la regleta ideológica que la defienda de la ultra izquierda a la ultra derecha, pero sí se ha convertido en la base dogmática de las últimas dos decenas de años, el problema de esta memoria es que muchas veces tiende a ser parcializada, porque termina en el propio imaginario colectivo y no sólo tiene afectaciones en México y es más radicalizada en países de habla hispana, España y el franquismo, Argentina y el peronismo, el pinochetismo chileno.
Por los que los fenómenos masacre en México tienen muchas veces también una mezcla de realidad y ficción, esto es debido que a pesar de ser un colectivo videns (en referencia al homo videns de Sartori) también tenemos nuestra propia metodología de memoria histórica, que a veces se convierte en histérica, se resume en el refranero popular “cada quien habla de cómo le va en la feria”.
Y en estos casos es muy prudente hacer unas aclaraciones de lo que llamamos “Memoria Histórica”, este es un concepto historiográfico relativamente reciente, se le atribuye a Pierre Nora y es el esfuerzo consiente de los grupos humanos para entroncar el pasado, y este puede ser real o imaginario, valorándolo y tratándolo con especial respeto, y esto está dado porque con la velocidad de la información surgen muchas opiniones no hechos.
Cada medio informativo, cada ideología, le impregna su sentimiento que distorsiona la realidad. Por un lado las versiones oficiales y la intervención de “especialistas” que se ve reducido a reivindicaciones nostálgicas y privadas de familiares y protagonistas por el otro de los grandes problemas de la misam es que hay un intento de igualar a los muertos de ambas zonas, sin profundizar en las causas de los conflictos: la situación política nacional e internacional, los principios y valores defendidos por unos y por otros por lo que al final de cuentas sirven para arrojar mas obscuridad al asunto en vez de explicar, se confunde a un más, a la sociedad mexicana.
Hoy los 43 están frescos en el colectivo, pero el 68 ya pasó: Por eso en lo cultural, los estudios rigurosos se entremezclan con libros redactados de forma oportunista y acercamientos científicos inconexos, aislados de la sociedad civil y por eso la nos lleva a objetos de museo alejado de la realidad social actual y en afiches de mayor uso comercial que de verdad una reivindicación de los hechos.
A veces, esta recuperación ha transformado para unos, en reivindicación privada, para otros, en un gran negocio de venta de libros, un instrumento para dar satisfacción a una curiosidad científica e incluso, en una forma de obtener votos.
La verdad hasta el momento no se ha sustanciado, salvo algunas excepciones , en una medida concreta, ni el homenaje a las víctimas, ha servido para que la situación se aclare.
Con esto, se quiere decir que la Memoria Histórica y su instrumentación debe servir para fortalecer la democracia, como elemento de lucha contra la impunidad, como arma para la defensa de los derechos humanos y como elemento ideológico de construcción y vertebración de la sociedad; porque si no hay comprensión se genera como hasta ahora, la falta de comprensión sobre los procesos históricos que han dado como resultado nuestro déficit democrático que sustenta una sociedad despolitizada y poco participativa.
Esto es muy importante porque vivimos una democracia de bajo nivel y una de las causas es que está asentada sobre el olvido. Esto dado porque escribimos nuestra historia como pueblo no con nuestro script, sino los que promovieron (y promueven) el olvido. Por tanto no somos, realmente, dueños de nuestro presente porque solo conocemos el pasado vagamente.
Estos acontecimientos, son y deben serlo en resumen: una parte de la sociedad civil para divulgar, de forma rigurosa, la historia de la lucha contra el poder y su protagonistas, con el objetivo de que se haga justicia y recuperar referentes para la lucha de los derechos humanos, la libertad y la justicia y cuando hablamos de justicia, hablamos de reconocimiento y reparación, en ningún caso de actitudes revanchistas. No es para la venganza sino para la reconciliación.
Recordemos debes ser tomada desde todos los aspectos humanos en ejercicios hermenéuticos. Para que sea más que la búsqueda de un familiar desaparecido, el logro de reconocimiento a un preso político, la publicación de un libro, o la excavación arqueológica de una fosa común.
Solo la suma de todos estos dará su verdadera dimensión la memoria histórica trata de recordar a los vencedores y también a los vencidos, su sentido de construcción de presente.
Por tanto la reivindicación no se da con el acto demagógico de poner en letras dorados a los mártires del 68, que es un avance pero para el primer escaño la comisión de la verdad, la apertura de archivos es el fondo que permitirá darle valor a esas letras y así como la deuda histórica de Ayotzinapa y todos los demás.
Su valor esta en cuanto sean referencia de lo que no debe volver a pasar.
No es coreando del uno al 43 en los espacios públicos como encontraremos la justicia es analizando desde cada punto de vista los hechos y no usar unos y olvidar otros mártires son todos.
Que no sean bandera más que de los ciudadanos, no de los partidos, porque de otra forma terminara pervertida en los otros vencedores.