LIBRE EXPRESIÓN…
Por: Carlos Alberto Monge Montaño.
“La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública”. Ludwig von Mises (1881 – 1973) Economista, filósofo y escritor austriaco de origen judío.
La concentración del pasado sábado 18 de marzo en el Zócalo capitalino convocada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador resultó un acto anticipado de campaña, un vulgar acarreo proselitista.
Lo importante fue pedir el voto de los asistentes para defender eso que llama la “cuarta transformación” en el 2024 y ganar de nuevo la silla presidencial. Lo importante fue convertir el acto conmemorativo a la expropiación petrolera, en una pasarela para sus corcholatas, quienes acarrearon porristas para ver cuáles gritaban más fuerte.
Resultó otro botón de muestra que advierte que López Obrador se meterá con todo lo que pueda a la contienda electoral, no le importará violentar leyes y, por lo tanto, seguirá usando todos los recursos públicos posibles para obtener el triunfo.
Desde la oposición, el ahora inquilino de Palacio Nacional se desgarró las vestiduras por acciones similares que realizaron otros partidos y personajes en el poder; así que motivó reformas electorales que ahora intenta echar abajo y que violenta con vulgar cinismo.
De lo poco coherente que dijo el tabasqueño en su discurso del pasado sábado, es que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es corrupto y de componendas, dijo textual, «luego del gobierno del presidente Cárdenas se instauró la paz de las componendas y la corrupción”. De eso sí sabe López Obrador, él como la mayoría de los que le rodean y con los que mantiene una oligarquía, vienen justamente de ese partido, ahí crecieron, mamaron su forma de operar, aprendieron y pusieron en práctica las componendas y corrupción, mismas que los mantienen empoderados hoy, como ya lo estuvieron en aquella “dictadura blanda”.
López Obrador y sus secuaces pudieron elegir otra opción partidista o crearla, pero no lo hicieron, su corazón latía al ritmo de las componendas y corrupción que ahora critica, pero de las que fue parte.
Morena es sin duda el viejo PRI como lo dejó ver López Obrador el sábado y como lo hace patente en su irrestricta defensa de la corrupción en su gobierno, la defensa a ciegas de personajes como Delfina Gómez, Manuel Barttlet e Ignacio Ovalle por citar tres grotescos ejemplos.
Morena es el viejo PRI que otorga privilegios únicamente a sus hijos, cuates o funcionarios consentidos, que disfrutan de medicamento vetado para el resto de los mexicanos y son atendidos en hospitales del Ejército o en la exclusiva clínica de Palacio Nacional, a diferencia del resto de los mexicanos que han muerto pidiendo atención en los hospitales públicos.
En eso tiene razón López Obrador. Morena es el viejo PRI donde los fifís, conservadores, racistas, corruptos y machuchones, como él los llama, participan de sus actos en zonas VIP para que no se mezclen con el resto de los seguidores, muchos de ellos acarreados para seguir recibiendo los apoyos clientelares o en busca de la torta y los 200 pesos que les dieron.
Por eso el priista de abolengo Andrés Manuel López Obrador, tampoco se mezcló con el “pueblo bueno”, a lo más, se acercó a saludar discretamente a los asistentes de la zona exclusiva resguardada por vallas y elementos de seguridad.
Mientras tanto, la oposición sigue dormida, incapaz de ponerse de acuerdo o generar una línea discursiva para hacerle frente al viejo PRI que lidera el inquilino de Palacio Nacional. No se vislumbra una personalidad que pueda encabezar el contrapeso a la corrupción, cinismo y odio que promueve el tabasqueño.
A la distancia, parece que efectivamente la disputa por la silla presidencial está entre las corcholatas. El ciudadano informado, comprometido con el país, a lo más, podría sólo intentar equilibrar con el poder Legislativo, impidiendo una mayoría calificada de diputados federales y senadores, que ahora sí, puedan aniquilar las instituciones democráticas.
Complejo escenario vive México, politizado, dividido, enojado y para colmo, esas condiciones se atizan desde el púlpito y patíbulo presidencial, y tiende a empeorar rumbo al 2024.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.