Por Teresa Da Cunha Lopes
Occidente se equivoca al creer que la confrontación con Rusia terminará con un posible fin de la guerra en Ucrania. Esta percepción reforzada por las rondas de negociaciones entre Ucrania y Rusia es errónea. Una ilusión peligrosa.
En primer lugar, estas negociaciones de paz no dan ninguna esperanza de que se ponga fin a la guerra en Ucrania. Putin simplemente se dio cuenta de que no podía darle un mordisco a este país y decidió rebanarlo. Putin no es un hombre de compromiso. La guerra solo terminará con la capitulación de Ucrania o la derrota total del ejército ruso. Y, ninguno de estos dos escenarios es probable.
Pero, suponiendo hipoteticamente,que Putin logre sus fines en Ucrania, encontrará otros pretextos para la confrontación con Occidente. No olvidemos que su objetivo es la destrucción del orden internacional. Vladislav Surkov, uno de los ideólogos del régimen, escribió recientemente que Rusia solo puede garantizar la estabilidad interna exportando el caos. Para mantener su dictadura, Putin necesita avivar la histeria de la «ciudadela sitiada».
Como escribe otro ideólogo del régimen, Alexander Dugin, en estos tiempos de guerra «las disputas ideológicas internas y la desconfianza hacia el Comandante Supremo [Putin], incluso las críticas [a este último]» ya no tienen por qué serlo. “Estas dos actitudes heredadas de la era previa a la Operación Z ahora equivalen a sabotaje. »
O sea, estamos en una situación de confrontación global. Por lo tanto, la guerra en Ucrania es solo un episodio de esta confrontación. Sea cual sea el resultado de esta guerra, cuando Vladimir Putin decida ponerle fin, será solo un paso en la guerra mucho más general que ahora tenemos entre los regímenes totalitarios y las democracias liberales.
Las tesis de la propaganda rusa son claras sobre este punto . El “Occidente colectivo” quiere destruir Rusia porque defiende su soberanía. Este “Occidente colectivo”, en la retórica del Kremlin, habiendo asumido la defensa de los “nazis” de Kiev, se convirtió él mismo en el portador de la ideología del nazismo. Así, en la narrativa paranoica de Putin , los rusos en Occidente son víctimas de pogromos rusofóbicos como los judíos bajo el Tercer Reich.
Si, a cualquier uno de nosotros estas afirmaciones nos parecen burdas, totalmente alejadas de la realidad , paranoicas y hasta rayando el ridículo, para millones de rusos, que viven un «gulag» informativo, son argumentos que se ensanchan en la propaganda nacionalista reforzada por altas dosis de misticismo religioso. No debemos olvidar que la televisión rusa no muestra las ciudades ucranianas bombardeadas ni los crímenes cometidos por el ejército ruso y, que presenta la «operación especial» como una empresa para liberar al «hermano pueblo ucraniano » del «yugo nazi» impuesto por Occidente. Al mismo tiempo, repiten los propagandistas, la guerra justifica una «purga» en Rusia, la expulsión o el arresto de los «traidores nacionales» en conivencia con el enemigo occidental, recientemente comparado por Putin con mosquitos escupidos.
Los occidentales deben entender que el régimen ruso ve la confrontación con las democracias liberales como la condición para su supervivencia. Ninguna cantidad de «diálogo» cambiará eso.
En consecuencia, estamos en un sistema de enfrentamientos que se generalizará. La invasión de Ucrania es solo una batalla de esa confrontación más amplia y global . Y, en cuanto no exista un cambio de régimen en Rusia , no existe la posibilidad de llegar a un nuevo orden civilizacional consentido por todos y, garantista de libertades y derechos.