Por: Leovigildo González
El homenaje póstumo a policías caídos en cumplimiento de su deber, fue un ambiente de rabia e impotencia, lleno de dudas y con muy pocas respuestas.
Sus familias lloran la partida de hijos, padres, esposos y nietos, pero junto a ellos está la indignación de miles de michoacanos que sienten que estos policías no debieron estar ahí.
Silvano Aureoles, con la voz entrecortada, reiteró que su Gobierno no va a dejar a las familias de cada uno de los policías, que su sacrificio no quedará en el olvido.
Sin embargo, cinco familias, no quisieron el homenaje, rechazaron llevar a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) los cuerpos de sus seres queridos, justamente por esa rabia que les carcome pensar que los dejaron morir solos.
Fueron 13 policías, pero pudieron ser más, dicen entre los uniformados, en el homenaje, con voz temerosa aceptan que Aguililla era un matadero.
Un homenaje póstumo que no debió ser, que se pudo evitar y que las decisiones de los mandos policiales no fueron las correctas.
Hoy, el llanto de las familias de los policías caídos va acompañado de la rabia e impotencia de michoacanos que se han solidarizado con una tragedia que no debió suceder.