Armas, drogas y Chapo

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Por: Hugo Rangel Vargas

A la par de que la Organización de las Naciones Unidas presentaba su Informe Mundial sobre Drogas 2019, se dictaba sentencia de cadena perpetua a Joaquín “el Chapo” Guzmán. En estos días, además, está a punto de cumplirse un año de que el ex agente de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), William Newell, hablara públicamente por primera vez, en 2011, del polémico operativo denominado “Rápido y Furioso”, diciendo que el gobierno mexicano supo de él.

La fuerte correlación que existe entre el aumento de la criminalidad, el poder que han adquirido los cárteles de la droga y el incremento en el consumo de estupefacientes a nivel mundial; sugiere que algo se esta haciendo mal o que algunos esfuerzos han resultado insuficientes para poder combatir estos flagelos.

El informe para el presente año del organismo internacional mencionado señala que en el mundo hay 275 millones de personas que han consumido drogas, cifra que es similar a la del año anterior pero superior a la de 2009 en un 30 por ciento. Vale decir además que la ONU reconoce un auge en el consumo de las drogas sintéticas, así como un resurgimiento en el consumo del cannabis, quizá relanzada por su legalización en algunas zonas del mundo.

Aunado a ello, se deja entrever que detrás de la sangrienta disputa que se da por el control de los mercados de los enervantes, se encuentra la existencia de redes horizontales menos estructuradas que están disputándole el territorio a los cárteles más organizados. Por ejemplo, la Europol había calculado que en 2017 esta clase de redes constituía el 30 por ciento de los grupos de la delincuencia organizada que operan en Europa.

La economía del narcotráfico es nociva para las sociedades a largo plazo, según señala el informe mencionado, además de que la corrupción suele ser un factor que fomenta esta actividad ilegal. En efecto, los recursos obtenidos de manera ilícita suelen ser factores que distorsionan los mercados encareciendo el precio de los factores de la producción y generando mercados financieros en condiciones de competencia desleal para negocios que no pueden obtener dinero ilícito. La corrupción por su parte, aumenta la disparidad de ingresos, elemento que, según estudios del FMI, fomenta el tráfico de drogas.

Quizá sea este último elemento el que esté detrás del crecimiento del poder de las grandes organizaciones criminales altamente jerarquizadas de las cuales México es ejemplo a nivel mundial. Y es que, si algo develaron las investigaciones periodísticas y los propios señalamientos de algunos de los involucrados en el operativo llamado “Rápido y Furioso”, es que las armas que fueron objeto del mismo, terminaron en poder del cártel de Sinaloa; lo cual genera suspicacias sobre la probidad y la neutralidad con la que actuaron las autoridades que idearon este mecanismo de supuesto seguimiento al tráfico de armas, tanto en Estados Unidos como en México.

Lo cierto es que se requiere abordar la discusión sobre el combate al consumo de drogas desde un enfoque científico, como lo sugieren diversos estudios, dejando de lado lugares comunes y vacíos para abrir paso a las evidencias sobre las ventajas, por ejemplo, de la despenalización o la regulación del consumo y la producción de algunos estupefacientes. Se requiere además pegarle a la cartera a las organizaciones delincuenciales a través del uso de instrumentos de inteligencia financiera que permitan identificar corrientes ilícitas de recursos. Finalmente, un elemento importante que sugiere la ONU desde hace años es la generación de alternativas licitas de empleo y de oportunidades en las zonas marginadas, con las que se sustituya, por ejemplo, el cultivo de productos ilegales.

Twitter: @hrangel_v

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