OPINANDO ANDO/ Opinión Ciudadana
Por: Jareth Arandía
Estos últimos días hemos dejado atrás la fiebre de la gasolina y el huachicoleo, al presentarse ante nuestros ojos una nueva problemática: El secuestro de mujeres.
Una problemática mucho más sensible puesto que atenta contra la vida misma y no sólo contra nuestros bolsillos (como en el caso del desabasto), atenta contra lo que más nos duele, nuestras familias, nuestros niños, nuestras jóvenes. Es comprensible que la gente se asuste tanto ante este tipo de noticias, porque la posibilidad de perder el bienestar financiero nunca se podrá comparar con perder un hijo, un miembro de la familia o un ser querido.
He leído tantas cosas últimamente que me asustan mucho, redes internacionales de pornografía infantil, trata de blancas, tráfico de órganos, entre otros. Una pesadilla terrible por la que ninguna familia quisiera ni debería pasar; y lo más triste del asunto es que no hablo de sucesos de otros países, hablo de nuestro país, de nuestro estado y nuestra ciudad, hablo de cosas que pasan en los lugares donde caminamos día a día.
Y cómo cereza del pastel: El asesinato de la pequeña niña Josely de Tarimbaro, a manos del hermano de su padrastro, al parecer con la finalidad de abusar sexualmente de ella.
Entonces nos preguntamos ¿qué está pasando? ¿y las autoridades? pero la respuesta no es fácil, pues al parecer no se trata simplemente de combatir grupos criminales; se trata de la formación que recibimos en nuestro hogar, del respeto a la vida y de la educación sexual que recibimos.
¿Cómo es posible que la satisfacción sexual de un rato valga una vida? ¿Cómo es que personas comunes se conviertan en violadores y asesinos con tal de obtener un poco de placer? ¿y la evolución? ¿Es tan difícil atar los demonios de la lujuria y tan fácil perder la humanidad?
Hoy en día el crimen organizado se ha diversificado a otros rubros (poniendo en marcha el dicho que reza: no pongas todos los huevos en una sola canasta) como el mentado huachicol, el derecho de piso y la trata de personas, entre otros, siendo hoy en día más rentable la trata de blancas que el narcotráfico, ¿Y a qué se debe esto? A lo que cualquier comercio, a la ley de la oferta y la demanda.
Seguimos viviendo en un mundo donde la mujer es reducida a objeto sexual y al convertirla en objeto pierde todos sus derechos como ser humano, siendo destinada a ser simplemente proveedora de ratos de placer.
Las salidas de todas las ciudades están llenas de antros de mala muerte donde se trafica la carne y miles de hombres asisten día a día a consumir el “producto” sin ponerse a pensar de donde salen esas mujeres, si están ahí por gusto o si están obligadas; omitiendo el hecho de que están obligadas fingir un placer que no sienten al ser tocada por extraños; sin recapacitar que existe una amplia posibilidad que estén contribuyendo activamente con la trata de blancas; y que esas mujeres que está denigrando a cambio de dinero puede ser la hija secuestrada de alguien más.
Nos hace falta mucho, y gran parte de esto se debe, como dije anteriormente, a nuestra formación en casa y a la educación sexual.
¿Por qué esa cultura de que se es más hombre por tener dinero para pagar por sexo? ¿No es más honorable conseguirlo por la plena voluntad de la otra persona? Es nuestra obligación como padres enseñarles valores a nuestros hijos para que no sea víctima y se convierta en victimario a causa de unas hormonas alborotadas, la sexualidad es parte de nosotros y es por lo general el desconocimiento de ella el que lleva a las personas a deformarla.
Existe tanta impunidad al respecto, se hace tan poco para evitar que siga sucediendo que da la impresión que nadie hace nada, y cuando nadie hace nada nos toca hacerlo a nosotros mismos y empezar por nuestra casa.
Hay tantas cosas que decir al respecto, pero es imposible un solo texto, así que por ésta semana ahí se queda mi opinión.