Artículo de opinión
Por: Rafael García Tinajero Pérez.
He de iniciar estas líneas diciendo que mi militancia política se remonta al Partido Comunista Mexicano. Milito en el PRD desde que el Partido Mexicano Socialista entregó generosamente su registro para que este naciera hace ya 29 años. Aunque no he renunciado al partido, el hecho de no pertenecer a alguna de sus tribus ha tornado mi participación aislada y esporádica.
A confesión de parte relevo de pruebas. El llamado que hicieron hace dos días la dirigencia nacional y algunos notables de lo que queda del PRD, que en esencia son los jefes de tribus y el único gobernador que tenemos, para refundar el partido, es la confesión descarnada de que éste ha llegado a una fase terminal y no es más un instrumento útil ni siquiera para preservar los intereses inmediatos de ellos y mucho menos para transformar la realidad nacional.
Y el panorama no puede ser más devastador. De aquel partido que hace doce años obtuvo alrededor del 30 por ciento de los votos y casi se sentó en la silla presidencial, hoy queda uno que no llegó ni al tres por ciento en la elección presidencial y a duras penas superó el cinco por ciento en la de diputados y senadores; que es la séptima fuerza en el Congreso con poco más de 20 curules y apenas 5 escaños; que perdió el registro en al menos 10 estados, que no ganó ningún distrito en la capital, su antiguo bastión y que sólo conserva la gubernatura de Michoacán.
Los perredistas nos encontramos pasmados, en la inacción, fragmentados, sin rumbo, con nuestros principales liderazgos históricos ya fuera del partido. Sumidos en disputas intestinas entre tribus que solo buscan espacios de poder.
La debacle del partido no se generó de un día para otro, se fue incubando lenta y progresivamente, es producto de viejos defectos y vicios que yo agrupo en seis rubros fundamentales: indefinición ideológica; falta de claridad programática; ausencia de vida orgánica, un grave problema de ética política, una mala imagen pública y la entronización de una oligarquía en sus esferas de poder real.
¿ Como piensan los que llaman a la refundación superar la indefinición ideológica? ¿ Serán capaces de formular al menos, un pequeño pero sólido cuerpo de doctrina que sirva de base para la acción? ¿O seguirán pregonando retazos de ideologías, ideas y ocurrencias, no siempre coherentes entre sí, ni claramente distinguibles? ¿ Seguiremos siendo socialistas, liberales, progresistas o conservadores al mismo tiempo o según soplen los vientos? Hace algunos años nos autodenominamos de izquierda sin que a la fecha hayamos definido que entendemos por tal. Por que podemos hablar de la justicia, libertad, igualdad, democracia, pero si no damos a éstas expresiones un contenido ideológico claro e inconfundible no vamos más allá de la palabrería hueca y el lugar común.
De la mano de la indefinición ideológica va el déficit programático. ¿Avanzará el partido refundado en realizar una elaboración teórica sobre los grandes problemas que afectan a Michoacán a México y al mundo, cuando eso ni se discute? Las grandes definiciones, cómo ésta de refundar al partido no son fruto de la discusión y deliberación en los órganos de éste sino la expresión del interés y del talante y ocurrencias de algunas de sus personalidades más relevantes y de sus tribus. Quizás están planteando refundar un partido que, como tal, también sea incapaz de plantear alternativas y que cuando llegue a gobernar, como el PRD de hoy, no sepa como hacerlo y termine siguiendo justo el modelo que critica.
La ausencia de vida orgánica es el tercer gran problema. Hablan de un nuevo estatuto pero parece que para que sea, como en el PRD, letra muerta; para que los órganos de dirección, deliberación y decisión, ni dirijan , ni deliberen , ni decidan. Que sigan siendo los mismos de siempre los tomadores de decisiones por encima de los órganos del refundado partido.
¿Será el nuevo partido, parido por los restos del PRD, el del conflicto ético y la doble moral? Para nadie es un secreto que lo que combatimos en el PRD hacia afuera es más que común adentro: pregonamos la democracia participativa pero en el partido se niega en los hechos el derecho de participación a la militancia; luchamos por una sociedad de individuos libres y estamos contra el corporativismo, pero el militante sólo puede ser tomado en cuenta si participa en una de esas organizaciones corporativas llamadas corrientes. Estamos en contra de que el dinero o el uso abusivo del poder público sean determinantes al decidir quién nos gobierna, pero en nuestros procesos internos la influencia del poder y del dinero es el pan de cada día. No queremos imposiciones, pero hacia dentro la imposición de dirigentes, candidatos etc. es la regla.
Estamos contra el nepotismo, pero vemos que es común que se imponga al compadre, al amigo o el hermano, para una posición de partido, de gobierno o candidatura. Pretendemos que la izquierda gobierne, administre y legisle bien, pero la experiencia y el conocimiento, la preparación académica y el trabajo pasan a segundo término cuando se confrontan a la fidelidad a la tribu.
En el PRD se ha producido una oligarquía formada fundamentalmente por los dirigentes de las corrientes y sus cercanos, que concibe al partido no como un medio sino como un fin en si mismo, que busca por encima de todo garantizar su propia supervivencia y que utiliza a las estructuras del partido para conseguir ese objetivo por encima de cualquier otro. Es esta oligarquía la que hoy llama a la refundación. ¿ Será capaz de disolverse o prevalecerá en la nueva organización? Nuestro problema de imagen pública no es menor, una gran parte de la población jamás votaría por el PRD y, aún entre quienes en ocasiones nos muestran cierta simpatía, somos percibidos como una opción disminuida, socavada por los liderazgos y expresiones internas; un partido dividido, en permanente conflicto interno, rijoso, incapaz de gobernarse a sí mismo mucho menos al país; sin la madurez necesaria para ser un partido confiable; que ha perdido diferenciación con respecto a las otras fuerzas políticas y que ha olvidado aquellos ideales que lo vieron nacer. ¿ Como se deshará el nuevo partido de este lastre que cargará justo por ser descendiente directo del PRD?.
Este país necesita una verdadera fuerza de izquierda radicalmente diferente al PRD. De izquierda, que enarbole los principios del socialismo democrático; con un proyecto de nación elaborado sobre bases sólidas; con vida orgánica; que empate ética y política a través de la congruencia; que incorpore a los mejores hombres y mujeres de la izquierda de México, sin importar si sus caras son nuevas o viejas; cuya vida interna sea un ejemplo del tipo de sociedad a que aspire.
Una nueva fuerza de izquierda con ideología, programa, principios, valores y conductas que la identifiquen como tal y la hagan digna de la confianza de este pueblo de México tan golpeado y tan maltrecho al que urge contar con un instrumento para transformar su realidad ya
Cuando se les pregunta a los impulsores de la cacareada refundación en que consiste, responden de inmediato: cambiar de slogan, escudo, nombre, nuevos estatutos, maquillarlo pues, travestirlo. Nadie dice nada sobre la cultura, usos y costumbres que se entronizaron en el PRD.
Este partido, el de la revolución democrática, no renacerá de sus cenizas, como el Ave Fenix. El llamado a la refundación más bien parece el canto del cisne, La intención de maquillar un cadaver insepulto que por lo único que clama es por un digno sepulcro y la paz eterna.