Columna de Opinión
Autor: Rafael García Tinajero Pérez-
Seguí con atención los actos mediante los cuales quedaron constituidas las Cámaras de diputados y Senadores de la LXIV legislatura federal de nuestro país, juntas conforman el Congreso General de los Estados Mexicanos, en otras palabras, nuestro Parlamento, órgano mediante el cual se ven representadas las diversas tendencias políticas que se manifiestan en nuestra Nación. Dichas Cámaras son órganos colegiados cuya responsabilidad, además de la función legislativa, es la de efectuar múltiples tareas relacionadas con la vida política, social y económica de nuestro país. Son instituciones deliberantes, vigilantes y críticas del acontecer nacional y de la labor gubernativa.
Nuestro parlamento, así lo llamaré, es junto con el sufragio universal, los partidos políticos, los procesos electorales y la división de poderes que se equilibran y actúan respetándose y coordinándose, elemento sustancial de nuestra representación política.
Parlamento y dialéctica son entes indisolubles en la democracia representativa. Nacen de la necesidad de dialogar y confrontar ideas y tesis diferentes y de la de originar síntesis adecuadas a los propósitos de nuestra colectividad nacional. Queda así claro que la política civilizada es enfrentamiento y choque, pero también consenso y colaboración.
En un régimen político democrático y republicano tres son los poderes que a su vez y juntos representan el Poder supremo del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Cada uno tiene sus funciones y, en el caso del legislativo, este debe ser considerado como el instrumento político del principio de soberanía popular lo que inevitablemente le otorga el derecho de intervenir de muchas maneras en la conducción de los asuntos públicos, de este principio parte cuales son las funciones del Congreso en su conjunto y de cada legislador en lo individual.
La función del congreso no se limita solamente a la facultad de dictar, derogar o transformas leyes y normas, que esto es en esencia la función legislativa, sino otras más.
Cuando el legislador sustituye y hace las veces, en el Congreso, de aquellos que le confirieron mediante el voto su confianza y mandato, ejerce una función representativa, base de todas las demás.
Investido de la función representativa el legislador se convierte en voz del pueblo, integrador de los intereses de sus representados, aun los que no lo votaron. Presenta iniciativas y conoce las de sus iguales que a su vez también representan a otros electores. Las considera atenta y detenidamente, analiza sus pros y contras y finalmente, con argumentos, las defiende o las ataca para que al final el Congreso como órgano colegiado logre la adecuada síntesis, es la función deliberativa del legislador.
Cuando se discuten, dictaminan y aprueban leyes como la de ingresos, en las que están contenidos los impuestos o cuando se vota y decide cómo se asigna el presupuesto, el legislador ejerce otra función, la financiera.
Cuando los legisladores en lo individual o mediante comisiones o el pleno deciden autorizar o no una cuenta pública, formar comisiones que fiscalicen, comprueben revisen o examinen alguna actividad del ejecutivo y ven que estas se ajusten a la ley, están ejerciendo una función de control.
Al votar la gente lo hace no solo por un candidato sino por un proyecto político que tendrá su expresión en las iniciativas, proposiciones y debates en las cámaras, en este caso el legislador ejerce una función de orientación política para las decisiones del propio órgano colegiado y también para el ejecutivo,
Cuando, por ejemplo, el congreso, decide sobre permitir que uno de sus miembros pueda ser sometido o no a juicio por otro poder, el judicial, el legislativo ejerce otra facultad, la jurisdiccional y cumple funciones administrativas cuando el propio congreso resuelve sobre su normatividad y reglamentos para su funcionamiento interno.
Los diputados y senadores deben conocer bien sus funciones, la constitución y leyes que las rigen y cumplirlas a cabalidad, desgraciadamente muchos piensan que su función es repartir balones y sillas de ruedas en sus distritos y estados, o pedir como si fuera un favor que otra autoridad construya un camino, una escuela o pavimente una calle o hablan de “ gestionar recursos”, cuando no tienen que realizar ninguna gestión pues son ellos y solo ellos quienes asignan los dineros en el presupuesto, e revelan una gran ignorancia. Pero más triste aún y una cosa lleva a la otra, es que los representados, titulares de la soberanía, no tengamos claro lo que podemos esperar o no de aquellos a quienes delegamos nuestra confianza y facultades de legislar, deliberar, indagar, vigilar, controlar. Si todo sigue así seguiremos siendo defraudados, mal representados y lo peor, se seguirán tomando en nuestro nombre decisiones que determinarán acciones lesivas a nuestro propio interés.