Nuevamente una misa en París

Por: Francisco Armando Gómez Ruiz/ Pórtico

¡Bien vale una misa en París! Así versa un dicho popular que hace referencia a la inversión de mucho tiempo y esfuerzo que confluirá en una sola presentación. Y el mismo dicho se dice ahora que varias empresas y personas están haciendo fuertes donaciones de dinero para reconstruir la catedral de Notre-Dame que el pasado 15 de abril ardió entre llamas.

Cuando se trata de la posibilidad o el sueño de viajar, en la mente aparece la ciudad de las luces -París- como uno de los destinos por recorrer, y en las imágenes que vienen a la mente del posible turista, sin lugar a dudas están presentes las torres y la aguja de la catedral erguida justo a un lado del río Sena. No sabemos cuánto tiempo tardaremos en ver nuevamente reconstruida la catedral pero la espera seguramente valdrá la pena.

Desde el pórtico del arte gótico -así acuñado por Giorgio Vasari al definir de esta manera al arte medieval en razón de los Godos, gótico- podemos perfectamente ver a lo que nos invita ese arte que en la construcción de la catedral encuentra su principal exponente. Desde este portal luminoso y vertical está el lugar donde Dios y el hombre se encuentran, el sitio donde los deseos más profundos de los hombres adquieren un input para ser realizados.

En la catedral de París, caminando por sus cinco naves, elevando la vista, dejándose bañar por la luz que entraba desde sus grandes vitrales, el espíritu escuchaba la llamada para alzarse, para levantarse más y responder a esa voz que te invita a alcanzar lo aparentemente inalcanzable. Cuando el mundo, y sobre todo Europa, se consternó al ver una de sus más representativas catedrales toda ella envuelta en llamas, no reparó en sumar esfuerzos para su inmediata reconstrucción, pues consciente o inconscientemente saben que no se trata de simples piedras que construyen un sitio de culto a Dios, sino que también son un signo sublime en medio de la ciudad que invita a ser cada día más, a mirar no sólo el horizonte sino también el cielo.

En la tragedia de la pérdida en llamas de la catedral de Notre-Dame, los franceses y el resto de los habitantes sensatos del mundo, descubrimos lo que implicaría si no se reconstruye: la posibilidad visual de perder las dimensiones trascendentes de la vida, por ejemplo, la búsqueda de la verdad, la lucha por el bien, los esfuerzos por la unidad y el descubrimiento de la verdad. Nuestros edificios hablan de nuestros intereses, de lo que somos y de lo que intentamos ser.

¡Vale la pena una misa más en París!

Nota: pero sí en estos años vas a visitar París y todavía no está lista Notre-Dame, toma un tren y dirígete a Chartres, te quedarás impactado ese gótico puro y majestuoso.

P. Francisco Armando Gómez Ruiz

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